Por Miguel Peraza y Enrique Canchola
El arte en la escultura del maestro Federico Silva (16 de septiembre de 1923), se encuentra en las raíces primigenias del espíritu humano en donde lo material se concreta para hacer existir algo que antes no había en la naturaleza, lo deposita al flujo de la sensibilidad humana, valiéndose de lo onírico para conducirnos a la conciencia que está ligada a los recuerdos mentales de la cosmogonía ancestral. Utiliza indistintamente la geometría orgánica, la lineal y la fractal desde la experiencia subjetiva. La vibración de las cuerdas cósmicas en el espacio que sus esculturas generan, invaden los sueños, donde la real posibilidad habita.
Federico Silva camina por los senderos del tiempo, el tiempo que es padre de todas las verdades para concebir la vida con cada escultura que hilvana con las diferentes corrientes de la comprensión estética, indagando lo posible para provocar la transición de lo abstracto a la habitación del objeto en la vida cotidiana.
Silva busca los senderos ancestrales de la concepción de la vida para proyectar las diferentes corrientes antropológicas que dan la riqueza y el poder a la humanidad, indaga lo posible, provoca la transición de lo material a lo divino utilizando el verbo escultural para la liberación del aliento humano y conectarlo a la sensibilidad donde reside la inteligencia universal de la humanidad.
La finalidad de la escultórica de Federico Silva es dejar que la mente humana encuentre las respuestas en el juego de las formas y construya el andamio quálico donde el inconsciente personal y colectivo transmute a la conciencia cuántica, donde se entrelazan y superponen los conceptos culturales del presente con el pasado, pareciendo que su encomienda no busca otra cosa que liberar al espíritu humano de la entropía política social y psicológica para darle al hombre una dimensión de acción y construirle una nueva concepción psíquica con renovadas percepciones, que permitan a la razón cognitiva llegar a la reducción orquestada del pensamiento y lleven al hombre a una nueva convivencia política y social, dicho sea de paso, su originalidad es excepcional, en ella se contemplan principios fisicomatemáticos que van interactuando y jugando con el electromagnetismo de la luz y la oscuridad, de los llenos y vacíos, movimiento imaginario que produce sonido en sus diferentes componentes de la escultura, de manera tal que es casi imposible que el observador no interactúe con el objeto escultórico.
Reconocemos en el maestro Federico Silva, al escultor universal, sensible e intelectual, al ser social, que con su fuerza escultórica genera inevitablemente análisis, sensaciones y percepciones capaces de influir en los movimientos estéticos del planeta.
Su trayectoria está compuesta de enormes retos y soluciones que se ven plasmados en cada una de sus esculturas y donde se refleja su personalidad cálida y su amabilidad, con una mente brillante de compromisos sociales fuertes que los llevan a ser sin lugar a dudas el escultor universal revolucionario.
Hoy es el escultor con mayor edad del gremio, se inscriben 99 años de conciencia plena, de despertar cada día con un pensamiento claro y con el ánimo de resolver más obras.
Vida – viva de quien sin temor nos ha compartido a varias generaciones su conocimiento, su experiencia y su talento. Federico Silva el caminante de las espirales cósmicas.